En aquella solitaria playa…
Hacía más de un año (día más, día menos)
que no sabía nada de ella…
No terminamos de buena manera
la última vez que hablamos…
Más bien, no hablamos, discutimos…
Es más, no discutimos, peleamos…
Y de muy mala manera…
Ya lo había dado todo por perdido,
pensé que no la volvería a ver
y de repente, ahí estaba,
sonriendo, con otro nombre,
más mujer, con su rostro de ángel sin alas…
Ahí estaba, pero…
Yo no veía aún ninguna posibilidad
de que nos pudiéramos volver a encontrar…
Y si la encontraba,
¿Qué le iba a decir?
¿Qué iba a hacer para que me perdonara?
Veía la cada vez más remota posibilidad de estar juntos
como algo cada vez más lejano, imposible, inalcanzable…
Pero los caminos del destino son misteriosos
y el destino no opinaba igual que yo…
Aconteció que una tarde cualquiera,
aburrida como tantas otras en mí pueblo,
Ví al novio de “aquella que se llama igual que ella” y,
luego de la presentación protocolar y los saludos de rigor,
nos contamos nuestras respectivas vidas…
Era más que obvio que ese era mi pasaporte a la felicidad,
a volver a verla…
O al menos a intentar hacerlo…
Y fue así, porque,
hasta donde sé,
él fue quien nos puso nuevamente en contacto…
Intente enviarle un mensaje a su nombre anterior,
pero, según sé, nunca le llegó…
El hecho es que la noche siguiente a mi encuentro
con el novio de “aquella que se llama igual que ella”
ya estábamos hablando
y concertamos vernos al día siguiente,
que era, precisamente, el día de las madres…
Dejé de hacer todo lo que tenía que hacer en ese momento
para poder verla,
casi no dormí esa noche,
esperando que amaneciera para poder partir a su encuentro,
para verla o al menos para intentarlo…
Cuando llegué a mi pueblo natal,
lo vi todo con nuevos ojos…
Y cuando al fin pude verla,
fue ver un sueño hecho realidad caminando hacia mí…
Su voz, sus ojos, su cabello, su olor…
Ella era…
Todo lo que fui a buscar y más, mucho más…
Empezamos a hablar,
por primera vez frente a frente
y era como si nos conociéramos de toda la vida…
Tanto de que hablar, tanto que hacer, tanto que decir…
Fue verla y fue ser feliz instantáneamente…
Ya no había heridas, cicatrices ni dolor en mí…
En ese momento solo estábamos ella y yo, ahí,
en un lugar que era el más hermoso del universo
porque ella estaba allí, conmigo…
Y luego, caminamos agarrados de la mano por esas calles,
tan vacías de gente, pero tan llenas de ella…
Y luego me llevó a la playa…
El mar no me gustaba, hasta ese día…
En la playa caminamos cogidos de la mano,
hablamos, nos contamos tantas cosas…
Y luego me di cuenta que estábamos solos,
solo la playa,, el cielo, el sol, ella y yo…
Y no recuerdo bien como empezó todo,
pero mis labios buscaron los suyos,
mis manos buscaron su cuerpo…
Y entramos en el mar, tomados de la mano…
El mar, ese mismo mar que hasta ese día no me gustaba…
Y cuando empezaba a acariciarla,
a comerme su piel a besos,
vino una ola traicionera
y me hizo caer de rodillas
y un pedazo de coral me rebanó la rodilla izquierda…
No sentí dolor,
pensé que solo era un raspón o,
a lo mas, un rasguño…
Pero no, era una herida bastante profunda,
que no me dolía, pero que sangraba bastante…
Pero no iba a dejar que una herida,
por mucho que sangrara, me alejara de la felicidad que tenia ahí,
frente a mí, que podía ver, oler, tocar, sentir…
Saborear incluso…
¿Qué pasó después?
Pasó que yo la hice mía
y ella me hizo suyo, como tantas veces soñé…
Pasó que todo el universo hizo explosión a nuestro alrededor
y dentro de ella y dentro de mí…
Fue un huracán, fuego,
pasión desatada en su forma más pura…
Si hubieras podido verla…
Su cabello suelto, su mirada,
su voz, sus susurros, sus quejidos…
Su olor…
Su sabor…
Todo el universo explotó,
dejó de existir y solo quedamos ella y yo,
fundidos como un solo cuerpo en la arena,
bajo el sol, en aquella solitaria playa…
Mediados de 2006